viernes, febrero 16, 2007

Lluvia de Septiembre



La primera vez que lo mire tenia el aspecto de la luz que se esconde, sus ojos saltones llenos de brillo lo delataron de la oscura capa que le cubría la cabeza, el me dejo observarle sin hacer ninguna de sus cotidianas muecas de cansancio o dolor. De lejos vi venir un auto de color blanco, paso con las luces intermitentes encendidas y un ruido de motor que parecía dar sus últimos hilos de vida, el se asusto y se desvaneció entre las enormes construcciones antiguas que rodeaban la plaza. Yo espere con la cabeza baja, después de todo tenia que esperar a que la lluvia terminara. Dos días después regrese al mismo sitio, pero en la mañana, justo cuando el sol hacia sus estragos en el concreto y se podía ver el vapor subiendo de las coladeras y los pequeños charcos que casi se habían consumido por completo, lo encontré mas viejo, sentado en una banca de concreto con la mirada hacia el cielo, de el salía el mismo vapor que de las coladeras y los charcos, la chamarra de piel se le pegaba al cuerpo como su piel misma, pero su rostro no denotaba sufrimiento alguno, por el contrario, la piel se le veía seca y polvosa, sin gota de sudor. Mire el termómetro de la fonda donde estaba sentada, marcaba 38°c, me levante decidida a cruzar esa tenue línea que nos separaba y preguntarle algo sobre la vida que se escapaba por sus ojos cada vez que observaba algo… de pronto observe a un perro huesudo cortándome el paso, me senté a unos metros de donde él estaba, observe al animal, parecían la misma masa de vida, una y otra vez él miraba el suelo, con la misma mirada brillante, sin moverse, con el aspecto polvoroso de una estatua, cuando desapareció el sol, el levanto al perro sin decir nada y cruzo la avenida como si toda la plaza le perteneciera y nosotros fuéramos fantasmas, el perro estaba feliz en sus brazos, movía la cola felizmente y encogía el huesudo cuerpo color chocolate sobre su amo, mire el cielo, no había nubes que delataran lluvia, me levante y antes de cruzar la avenida comenzó a llover.

Luego de salir de mi clase corrí hacia la salida y me dirigí a la plaza, busque por todas partes, aliste mi cámara. Distinguí a lo lejos al perro, venia moviendo la cola, se acomodo en el lugar donde habían estado la vez anterior, se quedo quieto y recargo la cabeza sobre sus patas, sus ojos se veían enormes ante su deformada anatomía, me senté a unos metros del perro esperando a su dueño. Luego de unas horas comencé a pensar en regresar otro día, pero espere, imaginándome la suerte o la desgracia del perro, mire el cielo lleno de nubes grises y me levante, volví a mirar hacia la banca de concreto, el perro se había ido, cruzaba la calle de prisa junto con un montón de gente con paraguas y abrigos que iban y venían corriendo de la inminente lluvia. Después de esa vez volví a visitar ese lugar casi a diario, jamás he vuelto a ver al viejo, solo la lluvia me acompaño durante ese mes de septiembre y el perro, siempre el mismo perro huesudo, de piel chocolate y ojos enormes que conforme pasa el tiempo se me va pareciendo más al viejo.



"Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro".